domingo, 14 de diciembre de 2014

COMPAÑEROS DE VIAJE: CAMILO

Emprendemos el camino hacia Mandalay desde Bagan, y a las afueras de la ciudad nos encontramos con esta escena que refleja la situación actual de un país dominado aún por una dictadura militar: familias enteras limpiando y adecentando los alrededores de un cuartel del ejército. El pueblo limpia mientras los militares miran.


El viaje en autobús nos deja espiar la vida de sus habitantes, sus costumbres y, sobretodo, su duro día a día, aunque su expresión no lo refleje. Este país no te deja abandonar la cámara un sólo instante, en el momento más inesperado surge algo para nosotros sorprendente.

Aún así, son muchas más las imágenes que conservamos en la memoria que las que somos capaces de captar con nuestra cámara.






Frente a nuestro hotel, decenas de familias viviendo en la calle debajo del puente de la estación, con lo poco que tienen para vivir y ganarse la vida. 



La últimas novedades cinematográficas en Mandalay: al vernos interesados en su cine, el chico de azul, muy amablemente, nos acercó un tríptico por si nos animábamos a entrar.


Mercado central: llegamos cuando ya estaban recogiendo, lo que no nos impidió hacernos una idea de la cantidad de mercancías que se mueven a diario en él. Y ese típico orden desordenado de los mercados birmanos.



Cenita en el Rainbow, un local con mucho ambiente (masculino, como es habitual por el sudeste asiático) y con muy buenas tapas (algunas las pedimos totalmente a ciegas, como las patas de pollo fritas, que por cierto, ¡muy ricas!) y esa Myanmar bien fresquita que no perdonábamos a ninguna hora del día.



De camino al muelle y al reencuentro con Camilo. Después de nuestra despedida en Bagan, ya fuese gracias al azar, o simplemente porque teníamos ganas de volver a vernos, comprando los billetes para el ferry nos encontramos con nuestro ya amigo Camilo y disfrutamos de un par de días más juntos.



Este día quisimos coger un ferry para visitar Mingun, una de las antiguas capitales.





Su mayor reclamo es ver la Pagoda inacabada de Pahtodawgyi. Ese día hacía un sol de justicia, el suelo ardía tanto que pensábamos que nos quemábamos la planta de los pies, porque, ¡cómo no!, había que subir andando descalzo. 

Una vez arriba, nos llevamos un buen susto al ver a un grupo de japoneses intentando reanimar a una compañera desmayada, que entre todos bajaron como pudieron pisando el suelo que abrasaba los pies (y no hablamos de forma metafórica).


Camilo, macho, para la próxima cómprate una cámara, ya sabemos que te gusta viajar ligero de equipaje, aunque sea una pequeña y que pese poco, te será de gran ayuda!


Pese al esfuerzo y las quemaduras en los pies, como veis, la subida merecía la pena. Y, curiosamente, la parte superior de la pagoda no quemaba en absoluto.


Pagoda Hsinbyume Or Myatheindan: Muy distinta del resto de pagodas vistas hasta el momento, influenciada por la arquitectura típica de esta zona del país.





Al día siguiente, después de un duro regateo, conseguimos un coche para visitar las antiguas capitales. Pero primero nos pasamos por la Pagoda Mahamuni, la más querida por los habitantes de la ciudad, siempre repleta de fieles a primera hora del día. 

Donde sólo los hombres pueden limpiar su karma pegando pan de oro sobre la estatua de buda, ya deformada por la cantidad de capas que le han pegado (¡pues si que tienen pecados estos birmanos!), que guarda en su interior.





Posiblemente lo que más nos entusiasmó de esta visita, fue la cantidad de frikadas que encontramos en las tiendecillas que abarrotan todos los pasillos que dan al templo: bolas de nieve de todas las formas, figuritas con luces, purpurinas, brillos, etc.


Alrededor del templo calles enteras de artesanos dedicados a la fabricación de estatuas y objetos relacionados con el budismo.





Los trayectos son un buen momento para hacer amigos.


Sagaing Hill, con sus cientos de templos y pagodas.



Subida a Soon U Punya Shin Pagoda: los cientos de escalones hacen que sea algo dura la subida, pero como todo en la vida, sin esfuerzo, no hay recompensa!




El contraste de los azulejos con el templo dorado es espectacular.





Siguiente parada: Ava. Aunque durante más de veinte minutos nos persiguieran lugareños con sus carros de caballos diciéndonos lo lejos que está todo, nosotros insistimos en recorrer esta pequeña isla a pie. ¡Cómo nos hizo reís su incesante cantinela: "so far, so far!!!", aún sin verlos oías sus advertencias! Eso sí, razón tenían y mucha, todo estaba "so far".





Una de las muchas fuentes que se encuentran por todo el país, tanto en las ciudades como en el campo y carreteras, o allí donde piensas que ni las moscas acuden...


Vistas del inmenso puente construido por los chinos. Es la construcción urbana más moderna que vimos por todo el país.


U-Bein, el puente de teca más largo del mundo y el lugar preferido para pasar la tarde por los jóvenes de la zona. Construido con maderas del palacio real, lleva en pie 250 años y su 1,2 Km. te hacen disfrutar de un paseo muy especial, y presenciar escenas cotidianas como el book de fotos de unos recién casados.

Al principio la sensación es de inseguridad, por el espacio entre los tablones del suelo y la ausencia de barandillas, pero ver con la tranquilidad con la que se mueven todos te da cierta confianza...




Manjares de la zona: tortilla de camarones, cangrejos y gambas fritas...


Nuestro medio de transporte y conductor durante este ajetreado día.


Un merecida despedida de este maravilloso país con nuestra última cerveza birmana y su correspondiente barbacoa. ¡Cómo la echamos de menos!


Camilo, para cuando una visita a Barcelona?!

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